“Gracias Dios por habértelo llevado”
“Gracias Dios por habértelo llevado” son las palabras más fervorosas con las que Amparo se despide de “el animal” al verlo lleno de sangre, tirado en mitad de calle, atravesado por una bala en su cráneo y por fin muerto. Aquí no existe el “…y vivieron felices para siempre”, acá no hay imaginarios sociales perfectos, ni un mundo justo. No es un cuento de Disney. No, esto es un cuento real, es la historia de una mujer que fue estudiada cuidadosamente durante 6 años por el director Víctor Gaviria para llevarla al cine.
Amparo es una joven que huye por miedo a su padre del internado de monjas donde estaba desde pequeña. Llega a vivir con su hermana en un barrio marginal de Medellín. Su nuevo vecino, Libardo (el animal) queda fascinado con ella al verla, la rapta y luego la obliga a vivir una vida “matrimonial” junto a él. La familia del Animal y la comunidad siempre fueron testigos de esto, pero por temor nunca hacen nada para impedirlo.
Pero, ¿qué necesidad hay de contar una historia tan desgarradora? No conté las veces que “el animal” dijo: ¡Hijueputa Malparida!, se me hizo imposible hacerlo. No llegué a contar los golpes, las lágrimas, no pude medir el dolor en los ojos de absolutamente todos los personajes en esta historia. Víctor nos hace sentir y vivir en carne propia la realidad inimaginable.
Esta es una pequeña muestra de una realidad que sabemos que existe pero que no nos afecta porque no la vivimos. Aquí, en esta película sentiremos que nos han violado, que nos han golpeado, que nos han arrebatado la inocencia al mismo tiempo que nos rasgan la ropa. Nos sentiremos desgraciados al saber que Amparo está atrapada, y que a pesar de no estar encarcelada, no puede huir de esa vida, de ese hombre.
¿Por qué ni esta mujer ni ninguna otra en esta historia tienen el carácter de decidir por ellas mismas y no “dejarse mandar”? y la respuesta es fácil: esa fue la suerte que les tocó, el infortunio de no contar con suficiente educación, donde las mentes son cerradas, temerosas, en donde el que manda es el más fuerte, el monstruo.
La película cumple sus objetivo: adentrarnos en mundos que “no nos importan” y que son peores que las imágenes que vemos en “La mujer del animal”. Y segundo y más impactante aún, que sintamos la impotencia de Amparo; que es como si en cada película que hace Víctor Gaviria nos adentrara en el mundo del personaje como lo hace con todos sus actores, lo que demuestra el gran talento que tiene para dirigirlos (y dirigirnos como espectadores) a pesar de nunca haber actuado.
Digna de repetir, no es una película de ver solo una vez. Hay que darse la oportunidad de hacer un análisis de otras realidades que simplemente queremos ignorar.
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©Ingrid Úsuga
Crítica de cine y nadadora artística profesional
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