Barreras congénitas
"Sólo porque alguien no te ame como tú quieres, no significa que
no te ame con todo su ser."
- Gabriel García Márquez
Nuestra vida es una búsqueda constante de liberación. Así es como interpreto el sentido de Fish Tank (2009), de la directora inglesa Andrea Arnold. Nuestro mundo está encerrado en el día a día cotidiano, lleno de quehaceres, muchas veces consumidos por la monotonía. Mía, la protagonista del filme, es una joven de 15 años que vive en un barrio marginal en la Inglaterra de hoy y quien constantemente está en una lucha interna consigo y con su familia disfuncional, en la que le hace falta la imagen de su padre; además, no tiene una buena relación ni con su madre (que se dedica a beber y a armar fiestas en su casa) ni con su hermana y mucho menos con personas ajenas a ella.
Mía (interpretada por Katie Jarvis, una chica que nunca había actuado y que fue vista por uno de los agentes del casting mientras peleaba con su novio en la estación de ferrocarril de la ciudad de Tilbury) está a toda hora llena de ira y de decepción con ella misma y con la vida; al salir a la calle se encuentra con un caballo viejo amarrado y trata de liberarlo infructuosamente. Su nueva meta vital es encontrar la manera de dejarlo en libertad. Mía se siente instantáneamente identificada con el animal, y por tanto necesita quitarle (quitarse) las cadenas de encima para poder correr libremente.
Pero no todo es oscuridad: parece ser que el alma se le iluminara a esta chica al conocer al nuevo "novio" de su madre Conor (interpretado por Michael Fassbender), un hombre atractivo que le dobla la edad. Conor se muestra receptivo ante ella desde el momento en que la conoce casualmente, cuando ella se encontraba bailando su música favorita. La mirada de Mía la delata: queda impávida e ilusionada con ese hombre. Quizá esta atracción hacia él pueda ser enamoramiento real o una búsqueda de la figura paterna ausente, no lo sabemos; la directora siempre nos deja este interrogante abierto.
Ya he mencionado la música y el baile. Con rabia ella baila, con rabia expresa su fuerza, su luz, su motivación interior. Pero, ¿de dónde proviene este deseo por alcanzar algo? ¿qué nos motiva? La ausencia de algo en nuestras vidas es lo que nos impulsa a sacar lo mejor de nosotros. Esta joven es la representación de lo que podemos llegar a sentir todos nosotros cuando estamos en un momento de la existencia en el que nos estamos ahogando, en el que no queremos nada de nadie, en el que se supone que deberíamos buscar refugio en las personas que más queremos, pero en cambio, lo que hacemos es agredirlas.
Nos escondernos detrás de nuestros miedos, nos refugiamos en un tanque en el que nadie pueda entrar, en una “pecera” donde el agua no puede moverse, ni filtrarse para que no se estanque y se corrompa. Pero llega un momento en el que ya no hay espacio para tanta basura que tragamos y explotamos. Al hacerlo, nuestras acciones –a veces erráticas– son consecuencia de la urgencia que tenemos por sentirnos amados, protegidos, entendidos y por tener una identidad propia.
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Publicado en la edición web de la revista Kinetoscopio (Medellín, 10/02/17).
Disponible online en:
©Centro Colombo Americano de Medellín, 2017
©Ingrid Úsuga
Crítica de cine y nadadora artística profesional
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